ADIÓS A UNA LEYENDA: Falleció Mario Zagallo, ícono del fútbol brasileño

28 Oct 1989: United Arab Emirates Coach Mario Zagallo celebrates after the World Cup Qualifier against South Korea in Singapore. The match ended 1-1 and both teams qualified. Mandatory Credit: Simon Bruty /Allsport

Mario Jorge Lobo Zagallo, uno de los grandes nombres de la historia del fútbol mundial y único presente en cuatro títulos de la Copa del Mundo: en 1958 y 1962, como jugador, en 1970 como técnico, y en 1994, como coordinador técnico falleció a las 23.40 de este viernes a los 92 años.

También estuvo al frente de la Selección en 1974 (cuarto puesto) y 1998 (subcampeón), además de volver a ser coordinador en 2006.

A una edad avanzada, Zagallo llevaba algunos años delicado de salud. En septiembre de 2023, pasó unos 20 días en el hospital por una infección del tracto urinario. El 26 de diciembre ingresó nuevamente en el Hospital Barra D’Or y falleció el viernes por la noche, víctima de una falla multiorgánica, derivada de la progresión de comorbilidades previamente existentes.

Recientemente, en una elección promovida por ge con la participación de más de 100 entrenadores, Zagallo fue elegido el segundo mejor entrenador de la historia del país, sólo detrás de Telê Santana.

La historia de este inolvidable personaje comienza a mediados de la década de 1940. En aquella época, en un Río de Janeiro más romántico, se jugaba –y mucho– al fútbol en las calles. La Praça da Bandeira, en la Zona Norte, fue uno de los puntos de encuentro de los niños.

Comia destaca la rivalidad entre Ameriquinha y Cruz de Malta, los mejores equipos de la zona. ¿Qué chico del barrio no quería estar allí, de fiesta?, estaba Zagallo. Con la camiseta número 10 de Alvirrubro, el regateador zurdo estaba listo…

Hasta que el túnel del tiempo avanza hasta 1950. El Maracaná está abarrotado. Final de la Copa del Mundo. ¿Quién no querría estar ahí, en la cancha, viendo Brasil x Uruguay? Zagallo lo era. Como soldado, el joven del América presenció las lágrimas de 200.000 personas ante la derrota del equipo de Zizinho y Ademir.

Ocho años después del Maracanazo, la tristeza quedó atrás. Era tan bueno en el campo que jugó en Flamengo y en la Seleção. ¿Y quién no hubiera querido estar allí, junto a Pelé y Garrincha, disfrutando de su primer título mundial? Zagallo lo era. Era un extremo izquierdo en Suecia. En 1962, en Chile, ganó su segundo campeonato con Mané, Didi y Nilton Santos, compañeros del histórico plantel de Botafogo.

Hasta que pasaron otros ocho años. Mundial de México. ¿Quién no quiso estar ahí, al mando de ese equipo de ensueño, que volvió a tener al Rey del Fútbol, ​​ahora en compañía de Tostão, Gerson, Rivellino, Jairzinho, Carlos Alberto, Paulo Cezar, Zagallo lo era.

Él mismo. Zagallo del Tri Canarinho. Y los errores de 1974. ¿Quién no querría estar en Alemania, enfrentando a estrellas tan grandes como Beckenbauer y Cruyff en la Copa del Mundo? Zagallo lo era. Entrenador de la selección nacional, vio al equipo caer ante La Naranja Mecánica en semifinales y sufrió fuertes críticas. Pero ¿cómo frenar el carrusel holandés que revolucionó el fútbol con nuevos conceptos tácticos y de preparación física? Sólo los dueños de la casa, con otro equipo.

Y desde entonces hasta 1994 pasaron 20 años. No hay manera de que Brasil gane. Hasta que Romário, Bebeto & Cia., al mando de Parreira, ganaron el cuarto, 24 años después del tercero. ¿Quién no querría estar ahí, dándole consejos al entrenador? Zagallo lo era. Coordinador técnico, era el hombre de confianza del jefe.

Él mismo. Zagallo del Tetra, apasionado de la selección, siempre estuvo «en el punto de mira». En las buenas y en las malas. En 1998, por ejemplo, bajo su mando, vio a Ronaldo explotar en la competición e implosionar en la final, contra Francia. Se opuso duramente a subir al Fenómeno tras el susto de convulsiones que aún hoy resulta difícil de explicar. Pero tomó la decisión, correcta o incorrecta, y se mantuvo firme.

De hecho, siempre hizo lo que quiso. Incluso se peleó con Romário, demandando a Baixinho por una pintura despectiva después de que se cortara el Mundial de 1998. De hecho, fue una pelea por pelear, quien al menos por un día no tuvo ganas de decírselo al mundo entero. en vivo y a color, el clásico «¡Vas a tener que tragarme!»? Dijo Zagallo.

¿Y quién también no tuvo ganas de responder algún día en una red global a una provocación, como aquella avioneta que fue imitada durante una celebración de gol en Sudáfrica, la patria de Mandela, en 1996? Respondió Zagallo.

¿Qué rojinegro no quiso estar en el banquillo, en la final de Río de 2001, sosteniendo la imagen de Santo Antônio en el momento del magistral tiro libre de Petkovic en el cajón? Fue el objetivo del tercer título del Flamengo en Río. Y Zagallo, el mismo que ya había llevado al club al Carioca en 1972, con Doval y Paulo Cezar, y que, como jugador, había ganado el tercer campeonato de Río en 1953-54-55, junto a Dida, Evaristo y Rubens, era allí, al mando de ese equipo.

¿Qué blanco y negro no quiso estar en el banquillo del Botafogo cuando ganó el campeonato estatal de 1967-1968 y la Taça Brasil de 1968 (ahora unificada como Campeonato Brasileño)? Allí estaba Zagallo. Antes de armar el plantel del equipo tricampeón del mundo, hizo un ataque demoledor en la primera línea formada por Rogério, Gerson, Roberto, Jairzinho y Paulo Cezar. Casi tan bueno como el que tuvo a Garrincha, Didi, Quarentinha, Amarildo y él, Zagallo, en el bicampeonato de Río de 1961 y 1962. Sí, Zagallo estuvo en los dos mejores equipos de la historia del club de la Estrella Solitaria.

Si los rojinegros y los blanquinegros tienen buenas historias que contar sobre Zagallo, ¿Qué pasa con los tricolores? ¿Quién de ellos no quiso estar como entrenador en el Maracaná aquel 27 de junio de 1971, cuando más de 140 mil aficionados vieron al Fluminense proclamarse campeón de Río de Janeiro ante el Botafogo, en una de las finales más polémicas, con un gol de Lula en el minuto 43 del segundo tiempo. Zagallo lo era.

Hasta el día de hoy, los blanquinegros se quejan de una falta cometida por el lateral Marco Antônio contra el portero Ubirajara Motta, que no fue notada por el árbitro José Marçal Filho. El título, conquistado un año después del tercer campeonato mundial en México, fue ampliamente celebrado en Laranjeiras.

Zagallo también se formó en Río, Vasco y Bangu. En São Januário hubo dos visitas (de 1980 a 1981 y de 1990 a 1991). En Moça Bonita, de 1988 a 1989. Velho Lobo todavía estaba en São Paulo, en Portuguesa, en 1999.

En estos clubes no tuvo la misma suerte de la que alardeaba. No ganó títulos -como lo hizo en el Botafogo en 1975, 1978 y de 1986 a 1987, en el Flamengo, de 1984 a 1985, y en el Al Hilal, de Arabia Saudita, en 1979-. Pero, con o sin copas, Velho Lobo Siempre, siempre fue extraordinario. Y lo extrañaremos muchísimo.

El comienzo

Nacido en Maceió (Alagoas) el 9 de agosto de 1931, Mario Jorge Lobo Zagallo llegó a Río todavía en brazos de su madre, a los ocho meses de edad. Su padre, Aroldo Cardoso Zagallo, fue trasladado de Alagoas a Río de Janeiro para ser representante comercial de la fábrica de tejidos de Alejandría, propiedad de su cuñado, Mário Lobo.

Criado en el barrio de Tijuca, Zona Norte de Río, el niño comenzó a jugar allí sus primeros partidos. Ya sea en el campo del Derby Club – que luego se convertiría en el Maracaná – o en los torneos callejeros de la Praça da Bandeira, en los que se destacó el Ameriquinha, el equipo donde jugó. Vistiendo la camiseta número 10, jugando como centrocampista izquierdo, el zurdo no tardó en destacar.

Le costó quitarle el balón a Zagallo. Tan difícil, pero tan difícil, que, desde Ameriquinha, Zagallo, alumno del tradicional colegio São José, saltó a las categorías inferiores del América, club del que ya era socio y practicaba voleibol, natación y tenis de mesa. Y tuvo que contar con la ayuda de su hermano, Fernando Henrique, para convencer a su padre de seguir una carrera como futbolista profesional: Aroldo quería que estudiara contabilidad.

Socio colaborador de Alvirrubro, Zagallo «pagó» para jugar. Pero no pasó mucho tiempo para que fuera uno de los más destacados del juvenil. 10, fue allí que el entonces delantero cambió de posición y comenzó a transformarse en el eficiente lateral izquierdo, de aliento incansable, que actuó con la camiseta número 11.

Y fue como juvenil del América, sirviendo en el ejército brasileño, que el joven Zagallo experimentó su primera decepción en el fútbol. Trabajó como soldado en la final del Mundial de 1950 y vio sufrir al pueblo brasileño con la derrota de la Seleção ante Uruguay por 2 a 1. La dolorosa experiencia en el Maracanazo terminó sirviendo de puente hacia la conexión que vendría después con la camiseta verde. – Amarillo.

Flamengo, Botafogo y Selección

Antes, sin embargo, el extremo izquierdo se fue al Flamengo, todavía como juvenil. Sólo logró arrebatarle el puesto titular a Esquerdinha a partir de 1954. Cayó en el favor del técnico paraguayo Fleitas Solich y participó de manera destacada en la campaña del Tri Río de 1953-54-55. El ataque, formado por Joel, Paulinho, Evaristo, Dida y Zagallo, pasó a la historia como uno de los más grandes de la historia del club.

En 1958, con Moacyr reemplazando a Paulinho, el ataque estaba prácticamente todo convocado para la selección nacional en la Copa de Suecia; Evaristo no lo estaba porque eligió jugar en el Barcelona, ​​en España. Y la «Formiguinha» -como ya lo llamaban, tal era su compromiso y disciplina táctica para regresar y ayudar en el marcaje- fue el único de los cuatro que permaneció como titular durante toda la campaña del primer Mundial ganado por Brasil.

Nada más regresar como campeón en Suecia, Zagallo, que con la camiseta rojinegra marcó 29 goles en 205 partidos, pasó al Botafogo. Y allí hizo historia. Bicampeón de Río en 1961-62, formó parte de otro notable quinteto ofensivo, con Garrincha, Didi, Quarentinha y Amarildo.

De ellos, sólo Quarentinha no jugó en la segunda campaña del campeonato mundial del equipo en Chile, en 1962. En ese momento, Botafogo compartía el escenario nacional con Santos y Cruzeiro. Zagallo jugó en el club hasta 1965, cuando decidió colgar las botas con 34 años, tras 299 partidos y 22 goles con la camiseta blanquinegra.

El entrenador

Fue en el propio Botafogo donde Zagallo decidió seguir la carrera de entrenador. Y empezó con la juventud. No tardó mucho en hacerse cargo del equipo principal y se convirtió en comandante de otro equipo blanquinegro en la década, ganando el segundo campeonato de Río en 1967-68 y la Taça Brasil en 1968 en una primera línea formada por Rogério, Gérson, Roberto, Jairzinho y Paulo Cezar.

Y este equipo sería la base del equipo tricampeón del mundo en México, en 1970. Con Zagallo como entrenador, tras la destitución de João Saldanha, que habría sido exigida por el presidente de la República, general Emílio Garrastazu Médici. Y el técnico hizo sus cambios, lanzando a Rivellino por la banda izquierda, formando dupla en el área con Tostão y Pelé y desviando a Piazza hacia la defensa. El resultado fue uno de los mejores equipos de todos los tiempos y la posesión definitiva de la Copa Jules Rimet.

Un año después de su tercer título con la Seleção, Zagallo dirigió al Fluminense y ganó el título de Río contra el Botafogo.

Al año siguiente, Zagallo regresó al Flamengo, esta vez para dirigir el equipo. Con estrellas como el argentino Doval y Paulo Cezar Caju, ganó el Campeonato Carioca de 1972. Permaneció en la Rubro-Negro hasta 1974, año en que volvió a dirigir al equipo, en el Mundial de Alemania. Tras la eliminación a Holanda de Cruyff y Neskeens, sufrió fuertes críticas por saber poco del Carrusel holandés.

Un año después del Mundial, Zagallo volvió a dirigir al Botafogo. Posteriormente alternó su carrera en el extranjero con clubes de Río. Entrenó a la selección de Kuwait, al Al Hilal, de Arabia Saudita, a la propia selección de Arabia Saudita, al Botafogo (dos veces más), nuevamente al Flamengo, al Vasco (dos veces), al Bangu y a los Emiratos Árabes, hasta regresar a la selección.

Tetra en 1994

En 1991, Zagallo aceptó la invitación de la CBF para ser coordinador técnico del técnico Carlos Alberto Parreira. Y entonces comenzó una nueva etapa en la carrera de Velho Lobo, que hizo historia al convertirse en el primer tetracampeón del mundo como jugador, entrenador y coordinador técnico. Y el éxito del dúo le valió una invitación para entrenar en el Mundial de Francia de 1998.

Antes del Mundial, durante la preparación, Zagallo vivió uno de los momentos más memorables. Fue en 1996, en un amistoso contra Sudáfrica, en Johannesburgo. Brasil ganó 3 a 2, en un partido emocionante, en el que perdió 2 a 0. Y en el gol de la victoria, marcado por Bebeto, al final del partido, Velho Lobo celebró imitando, con los brazos abiertos, un avión, recibiendo contra el técnico sudafricano, que había provocado a los brasileños con el «avioncito» tras el segundo gol.

Campeón de la Copa América en 1997, en Bolivia, el técnico decidió desahogarse por las críticas que recibió por parte de la prensa, y por primera vez soltó la frase que se convirtió en un eslogan popular: ‘Vas a tener que tragar’. ¡a mí!’

Luego vino el Mundial de 1998, en Francia. Y generó polémica el problema de Ronaldo en la mañana de la final contra Francia, cuando el delantero tuvo un ataque de concentración y sólo entró al campo porque Velho Lobo estaba en la alineación. Zagallo sufrió críticas por su apuesta por el Fenómeno. Brasil perdió la final por 3-0.

Posteriormente, Zagallo regresó a la selección como asistente técnico de Parreira, en 2004 y 2005, poco después de una operación duodenal que le hizo perder 14 kg. En 2011 fue sometido a otra operación, de una hernia inguinal.

En 2012, Zagallo sufrió el golpe más duro de su vida al perder a su esposa, Alcina de Castro Zagallo, su pareja durante 57 años, por insuficiencia respiratoria a los 80 años. Y fue de Alcina que el Viejo Lobo, padre de cuatro hijos niños, adquirió la superstición del número 13: no sólo estaba dedicada a San Antonio, cuyo día de celebración es el 13 de junio, sino que también eligió el 13 de enero para su boda. Historias que durarán para siempre del «eterno campeón», con 13 letras.

En el Mundial de 2014, Zagallo ya padecía varios problemas de salud, que le impidieron asistir a varios partidos de la competición. En ese momento, una infección en la columna obstaculizaba la movilidad del Viejo Lobo y tuvo que someterse a exámenes detallados para tratar el problema.

El Viejo Lobo fue uno de los portadores de la antorcha olímpica antes de los Juegos de 2016 en Río de Janeiro. Muy débil y en silla de ruedas, era conducido por su hijo César por las calles de la ciudad. Muchos aplausos, y todavía con algo de fuerza para dar el pulgar hacia arriba. Unos días después fue hospitalizado, pero se recuperó nuevamente.

En los últimos años, Zagallo hizo pocas apariciones públicas, pero aún contaba con lucidez y una memoria privilegiada para hablar de su historia. Incluso fue al Maracaná a ver algunos partidos, visitó al equipo antes del Mundial 2018 y concedió entrevistas.

Un ídolo nacional, que siempre estuvo a disposición del fútbol brasileño.

Nota completa con texto de Globoesporte traducido al castellano.

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